Es una celebración de gran arraigo popular, celebrada la noche del 23 de diciembre, a partir de las dos de la madrugada, en la que las campanas de la iglesia de Santa María la Mayor suenan en intervalos de diez minutos de repique y diez minutos de silencio. A todos aquellos que acuden a la Plaza Mayor, atraídos por el sonido de las campanas, se les invita a mantecados, vino dulce o aguardiente. Aunque, también nuestros mayores recuerdan que, tiempo atrás, todas las familias de la Villa la festejaban en sus casas con gran regocijo y alegría, por lo que representaba la llegada de estas fechas.